23 nov 2008

Juan... ¡evangélico y cristocéntrico!


Si Juan de la Cruz florece poeta en Castilla, culminará como escritor en Andalucía.

En la cárcel, como poeta, dirige al Amado sus endechas y quejidos y alborozos, en Beas de Segura (Jaén) entrega a los hombres su magisterio denso y breve.
Y en Granada, entre los trinos de los ruiseñores de la Alhambra, la poesía de sus cantos engendrará y fecundará sus cuatro tratados en prosa. Prosa declaratoria y magisterial de los poemas célicos.

Había escrito en la cárcel de toledo 31 estrofas del Cántico espiritual. Las estrofas 32-34 las
escribe en Beas mientras conversa y ora con sus hijas espirituales.

Y las estrofas 35-39 brotaron como surtidor cristalino e irisado puesto en movimiento por la respuesta de la Hermana Francisca de la Madre de Dios a la pregunta de San Juan:
“¿En qué trae su oración, hermana?” -Ella le ha contestado:
-“En mirar la hermosura de Dios y holgarme de que la tenga”. Se alegró tanto de oir esta respuesta que, durante varios días, decía cosas sublimes y muy elevadas de la hermosura de Dios, que a todos causaban admiración. Y brotó espontánea la estrofa:
-“Gocémonos, Amado,
y vámonos a ver en tu hermosura,
al monte y al collado
do mana el agua pura. Entremos más adentro en la espesura"


La hermosura, la belleza, la armonía, le fascinó desde niño: Cuando a sus cinco años cayó en la charca de lodo en Medina y la Virgen le pedía las manos para sacarlo del fango, el niño se resistía a dárselas porque las llevaba sucias.
Las monjas de Beas han saboreado ya la plenitud de sus poemas; han escuchado sus pláticas y charlas en el locutorio; conocen sus orientaciones atinadas y fecundas en orden a la dirección de su espíritu.


Cuando han comenzado a conocerle, le ruegan que les de todas aquellas sugerencias por escrito, para poderlas actualizar mejor y para que su palabra se haga presencia permanente.
Comenzó a escribir billetes con aforismos espirituales que les aprovecharan en su vida de unión con Dios, y estas breves pinceladas se covirtieron en el germen de sus grandes obras.
El no se propuso nunca ser un escritor profesional, pero llebaba un tesoro en el estuche de su cuerpecillo -medio fraile- y viviendo, experimentando y observando, se hizo capaz de atender las demandas de sus hermanos y hermanas que solicitaban el consejo de su experiencia.
Asi nacieron los escritos breves que integran el bloque de prosa: Dichos de luz y amor, Cautelas y Cartas.


Poesía y prosa. Versos y doctrina.
San Juan ha dado a la humanidad una gavilla de poesías que, caso inaudito, le han colocado, siendo tan pocas, en el lírico sublime del olimpo de los poetas.
Escribe Machado: ¡Oh, el más poeta de los santos todos...
y el más santo de todos los poetas”!.


Y Dámaso Alonso afirma: Vista la poesía de San Juan de la Cruz “desde esta ladera”, San Juan de la Cruz es el mejor de los poetas de lengua hispánica”.
Y lo dice “desde esta ladera”, quiere decir con criterio profano, técnico, poético, conceptual, no religioso - místico, que le sobrepasa. Con los cuatro poemas mayores, van otros escritos breves: La fonte, el pastorcico, diez romances y cinco glosas. Un manojo de versos le sube a la cumbre, porque no es la cantidad la que se valora, sino la calidad, oro macizo, piedras preciosas, “hermosas margaritas".


Nos ha dejado además, un río caudaloso de prosa sustancial, exposición de una teología con un Dios deslumbrante y una antropología con un hombre sumamente engrandecido y deslumbrador.
Una doctrina impagable, fruto de un mistagogo en plenitud de magisterio.
¿Qué les diremos a los escritores famosos y galardonados que le han ridiculizado?. -“No está hecha la miel para la boca del asno”. Que lean, si son capaces, sus obras, y que hablen después, si saben.


-¿Por qué, pues, si la Subida y la Llama y el Cántico y la Noche son tan sublimes, se siente alergia ante ellas y se huye de ellas como de la muerte, como diría él?.
Esta respuesta nos llevaría a una radiografía sociológica de la vivencia del hecho cristiano y antropocéntrica y trivial, cuando debe ser mistérica y teocéntrica.
Se teme al místico porque se ignora que el cristiano es místico, por mistérico, desde el bautismo. Está sumergido en el misterio.


Y para desvalorizar, se nidiculiza y se hace caricatura, en lugar de presentar, estudiar, la realidad.


Cuando no puede ser más evangélico, ni más cristocéntrico.


El que en Granada salió escritor, como poeta en Toledo.



Autor del texto: Jesus Martí Ballester



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